jueves, 20 de noviembre de 2008

ORDEN INTERNO

Cada tanto ordeno mi escritorio,
lo alivio de papeles demasiado nocturnos
y de esos rezagados borradores
que acechan solapados, vengativos.
Le limpio las distancias
para que la mañana espume panaderos
y pase alguna liebre
como una serpentina por los campos
o en los vanos del énfasis
unas vacas inmóviles
pasten indiferentes
los más tiernos renovales del cosmos.

Hay frases que resisten, se atrincheran,
esgrimen atenuantes,
invocan , como inútiles, medallas
la cápsula de marfil de un pisingallo
o el prodigio improbable de un guazuncho;
buscan, en vano, imponer una calandria:
cristales que se rompen y rehacen
y rielan en las aguas que corren por el aire.
O exhiben,lastimeras,su renguera de prójimo
y van dejando un reguero de costillas
y se le llenan los ojos de manzanas.

Los cajones, en cambio, estiran felicísimos sus piernas
y corren ágiles al ir perdiendo el lastre acumulado:
biromes desahuciadas,
recetas ilegibles como ángeles perdidos
con las alas cubiertas de flechillas
y un mensaje borroso que ya nadie recuerda
y acaso fuera , alguna vez, de vellón y eucaliptos.
y se desvae una tensión de benteveos
en el celaje de las radiografías .
Y hay boletos de viajes , quizá con ventanillas
donde dura el reflejo de unas calles mojadas,
de una estación, como otras:
la hora indiferente cuando se han ido todos,
las palabras queridas
que de pronto se quedan
tan solas en el mundo.


cada tanto ordeno mi escritorio
para borrar los rastros,
la soledad usada,
los callados senderos que me llevan al bosque
donde ella está esperando
junto al fuego que arde en honor de la noche,
mientras se van cerrando de una a una las estelas.
Alfaro

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